jueves, 1 de septiembre de 2016

El abrazo de Nur




Nur había comenzado la escuela. El primer grado le generaba
muchas ilusiones. Tenía su mochila cargada de colores, ganas de jugar y dibujar. Al poco tiempo de comenzar las clases, una bomba destruyó su aula y sus sueños. Otras bombas hicieron lo mismo con su casa. Fue cuando Nizar, su papá decidió junto a su esposa, que era tiempo de escapar del infierno. Nur y sus hermanitas Maiz y Aya partieron con sus padres desde Siria hacia Turquía dejando todo atrás y con un futuro absolutamente incierto. El viaje fue muy duro. Una vez en Turquía debieron pagar a las mafias una gran cantidad de euros para poder embarcar en unas balsas de goma muy precarias con destino Lesbos (Grecia). Sabían que se jugaban la vida en el intento pero quedarse era una muerte segura. 
Tras unas horas en el Mar Egeo lograron llegar a la isla griega. El primer y peligroso desafío se había cumplido.  Allí estuvieron unos días hasta que pudieron seguir camino hacia el continente. La intención era cruzar a Macedonia y continuar hacia Alemania.



Una vez en Grecia marcharon a la frontera, el lugar era Idomeni. La Unión Europea les jugó una mala pasada, a través de un acuerdo con Turquía cierran todas las fronteras de Europa y como las viejas murallas medievales, cientos de kilómetros de alambrados con púas emergían desde el suelo hasta los 3 metros de altura.  A la vez que las fuerzas de seguridad se desplegaban a fin de evitar intentos de sortearlas.
El sueño de Nur se desplomó como el ánimo del resto de la familia. 
Los miles de migrantes que día a día llegaban a ese paraje al norte de Grecia, chocaban con la dolorosa realidad de tener que interrumpir su camino hacia otros países del viejo continente. En tan sólo un mes, el improvisado campo de refugiados de Idomeni albergaba a más de 13.000 personas. Niños, adultos, ancianos, gente en sillas de ruedas, mujeres embarazadas, niños con parálisis cerebral, todos allí, a la intemperie, bajo la lluvia y el frío primero y bajo el sol abrazador y las alimañas después. 
Allí los conocí. Fueron los primeros que vi. "My friend, my friend come to my tend please" Esas fueron las primeras palabras que oí en aquel paraje repleto de sueños de una vida mejor.
Nizar, el papá de Nur me invitó a su tienda y allí conocí al resto de su familia. Durante un mes, cada día compartía con ellos un rato a la tarde o a la mañana. Me contaban de su pueblo en Siria, de lo que estaban huyendo y de lo mal que estaban siendo recibidos por las autoridades en estas tierras lejanas y desconocidas. 
Ante el abandono premeditado de la UE, miles de voluntarios de diferentes partes del mundo se hicieron presentes. Y no es algo menor. Sin los rescatistas catalanes en Lesbos, las muertes hubiesen sido un número infinitamente mayor. Sin los voluntarios que crearon el Idómeni Cultural Center, la vida de los niños en el campo hubiese sido un infierno. Sin los bomberos voluntarios españoles, sin los daneses que traían comidas, sin los voluntarios griegos que se ocupaban de la limpieza del predio, sin los cientos de chicos y chicas voluntarios que se acercaban a compartir una conversación, un té o algún juego, Idomeni hubiese sido mucho peor de lo que fue.
Así pasaron los meses, entre la ansiedad de esperar la apertura de las fronteras y la decepción. Finalmente, el gobierno griego decidió desalojar estos campos improvisados y abiertos y trasladar a las familias a nuevos "centro de acogida militarizados". Allí ellos pueden moverse libremente e ir hasta las ciudades cercanas si lo desean y si cuentan con dinero suficiente para ello caso contrario deberán quedarse en sus tiendas haciendo nada a la espera que algo cambie.
Nur perdió en estos meses más de ocho kilos, sus hermanitas otro tanto. La comida que les dan en los centros son realmente repulsivas y faltos de todo lo necesario para una adecuada alimentación. 
Ellos terminaron en Sindos, un barrio a quince minutos en coche de Tesalónica. Allí, dentro de una antigua fábrica, el gobierno improvisó este centro y aunque las tiendas quedaron bajo techo las lluvias penetraban por todas partes inundando el recinto y empapando las pocas pertenencias de la gente. 
Nur y sus hermanas, Mais y Aya. Idomeni
Abril 2016
A mediados de agosto regresé a trabajar a Grecia y otra vez tuve el honor de encontrarme con Nizar y su familia. Vi en él el cansancio. Se le notaba en el rostro. Su esposa aunque igual de cansada, no perdía la sonrisa y la amabilidad. Algo que no voy a olvidar jamás fue el abrazo interminable de Nur en el reencuentro. Tampoco el abrazo de la despedida.
Ya de regreso de Grecia, Nizar me cuenta que un amigo le había prestado una casita y habían dejado el centro de acogida, lo cual era un gran paso !! El tema ahora es como proveerse de comida, artículos de limpieza, ropa, ya que allí nadie les iba a dar nada y Nizar no está autorizado a trabajar. Por ello, y sabiendo de antemano que es sólo un parche a la situación, es que con amigos que han seguido mis trabajos en Lesbos, Idomeni y éste último en Tesalónica y Atenas, estamos juntando algo de dinero para enviarles y que puedan ir pasando los días de una manera un poquito más digna. 
Quienes lean esta historia y deseen colaborar, pueden escribirme a reporteronomade@gmail.com
Es una manera improvisada y de urgencia pero creo que algo puede ayudar.
Mi contacto con Nizar y su familia es diario por internet y se lo importante que es para ellos que los acompañemos. 
Deseo profundamente que los próximos encuentros con ellos sean en un lugar seguro y con una nueva vida, en Siria o en el país que los reciba.



Nizar nos enseña una granada de gas lacrimógeno lanzada por la pokicía de Macedonia sobre su tienda.
Abril 2016
Mais en la tienda. Campo de refugiados de Idomeni.
Abril 2016
Nur y su mamá. Sindos
Agosto 2016





No hay comentarios:

Publicar un comentario