miércoles, 31 de agosto de 2016

Fotografías "Refugiados sin Refugio"

Isla de Lesbos, Grecia. Octubre 2015.









Campo de refugiados de Idomeni. (Frontera entre Grecia y Macedonia). Abril 2016.













Campos de refugiados de Cherso, Grecia. Agosto 2016.




jueves, 25 de agosto de 2016

Una deuda de la humanidad.

La primera vez que llegué a Grecia fue Lesbos, durante la llegada masiva de refugiados, en octubre de 2015. En abril de 2016 viajé a la frontera con Macedonia, más precisamente a Idomeni, y la tercera a Tesalónica y Atenas. La temática es la misma, pero las sensaciones se van modificando. 
La primer persona que conocí fue Nizar, segundos después a toda su familia, su esposa, y sus hijas Nur, Maiz y Aya. Luego vino Hasan y más tarde Mohamed con quien compartimos el gusto por el mate.
Ya acabando mi tercer viaje vuelvo a tener esa sensación de angustia por mis amigos que se quedan en aquellos lugares tristes, calurosos, abandonados. Seis meses esperando a que alguien , que algún país deje de mirar al costado y los reciba. Lo que uno desde lo individual puede hacer no alcanza, sirve, pero no alcanza. Cuando me preguntan qué se puede hacer para ayudar, contesto, primero visibilizar, luego pensar y después accionar en la dirección de esos pensamientos.  También creo que una respuesta válida es tomar responsabilidad cívica a la hora de elegir nuestros representantes. Rara vez le damos importancia a las políticas exteriores, a lo que nuestros gobernantes plantean en los foros internacionales como la ONU. Es tiempo de pensar la política de manera global, no sólo estar atentos a los temas que nos son cotidianos. Que un gobierno tome determinada postura ante un conflicto o situación como el de los refugiados no nos puede pasar desapercibido y luego llorar ante una imagen impactante. 

Las imágenes muestran, denuncian, pero también se corre el riesgo de generar anticuerpos, de acostumbrar a ver el dolor y la muerte y que cada catástrofe se transforme un un ranking y cada persona se pierda en ser sólo un número. Tal vez por eso trato de ponerle nombres a los protagonistas, de humanizarlos y que comprendamos que cada uno de ellos tenía una vida como la nuestra con sus escuelas, sus vacaciones, sus salidas , sus profesiones y oficios. Ellos son papás, mamás, hermanos , hijos, amigos. Son personas a las que les arrebataron los sueños, la vida y eso es lo que intento denunciar con cada imagen.
Hoy cierro mi trabajo desde Grecia haciendo un homenaje a personas como Hasan, que logró llegar a Alemania, pero no sólo, su enorme generosidad hizo que se lleve con él a dos hermanitos de 6 y 9 años, Laith  y Malak y a su madre. A Nizar, que junto a su familia resiste en el campo de Cherso, a Mohamed que espera poder continuar con su flamante esposa aquella vida que soñaron juntos apenas hace unos meses. Al grupo de afganos que conocí hace dos días y en este momento, mientras escribo estas torpes líneas, debe estar escondido en algún barco camino a Italia. Cierro con la mención de los cientos de niños y niñas que clavaron sus miradas en las mías como buscando un salvavidas y apenas pude abrazarlos o jugar con ellos.

El mundo los va ocultando, cada vez se habla más de la guerra y menos de sus víctimas. Hoy hay más de 4 millones de refugiados registrados. Hay millones de personas esperando volver a soñar que vivir es posible también para ellos. 




lunes, 22 de agosto de 2016

Un largo camino...



Alepo, Siria . (Foto: Globedia.com)

Llegada de refugiados Isla de Lesbos. Octubre 2015 (Foto: Matías Quirno Costa)

Llegada de refugiados Isla de Lesbos. Octubre 2015  (Foto: Matías Quirno Costa)


Campo de Refugiados Idomeni, abril 2016 (Foto: Matías Quirno Costa)
Campo de refugiados de Cherso, agosto 2016 (F: Matías Quirno Costa)


Campo de refugiados de Sindos. Agosto 2016. (F: Matías Quirno Costa)

Para darnos una idea de la travesía...










Más de seis meses de abandono...

Hoy ya no se ven las interminables filas de refugiados caminando por carreteras y atravesando los campos de maíz o girasoles,  tampoco se ven los campamentos como Idomeni, regados de pequeñas carpas y cocinas improvisadas en el suelo.  
En realidad se ve cada vez menos. Se muestra cada vez menos. Las grandes cadenas informativas corren tras la sangre de algún atentado silenciando la cotidiana situación de millones de personas en busca de refugio. Los pocos reporteros freelance que intentan cubrir se encuentran con la prohibición de fotografiar o filmar por parte de las fuerzas de seguridad que están a cargo de los centros de acogida.  Y es por eso que los trabajos terminan siendo pseudo clandestinos. 
Al conversar con las familias acerca de la manera en que están viviendo, la mayoría manifiesta que esto no es vida. Que se los hace sentir infrahumanos. Muchos llevan más de seis meses en estas condiciones. Y el tiempo comienza a pesar. Depresión, desilusión, cansancio, hartazgo...  Seis meses bajo las inclemencias del frío, del calor, de las serpientes, de las lluvias y del ocio. Seis meses sin saber que será de su futuro. Ni el de sus hijos. Cada familia en estos campos carga con pesadas historias de horror y muerte, todos han perdido a seres queridos. Ayer un joven de 17 años que nos ayudó con la traducción durante una entrevista, nos contaba que había perdido a su hermano mayor, de 22 años. Su barrio en Damasco había sido bombardeado y su casa vuelta escombros.

El hecho que los medios no transmitan desde los campos de "refugiados" no significa que el drama ha pasado. Por el contrario, miles de personas siguen huyendo desde otros lugares como Libia o Túnez hacia Italia arriesgando sus vidas en el Mar Mediterráneo. En Grecia mientras tanto, otros millones esperan su salvoconducto que les permitan ser recibidos en Alemania, España o Francia por ejemplo y la apertura de las fronteras para poder continuar por una vía segura.