Estando
en los campos de refugiados, por llamarlos de alguna manera, ya que la mayoría
aún no encuentra el anhelado refugio, traté de imaginarme una situación similar
pero en América. Recorrí con mi mente
diferentes situaciones que viví desde que estuve en la Isla de Lesbos hasta el
último campo en Sindos pasando claro por Idomeni, lo que fue el mayor campo de
refugiados de Europa y que albergaba más de 13.000 almas.
Recuerdo
los rostros pacíficos y pacientes, aunque muchos se parecían más a resignación.
Las largas colas que serpenteaban los corralitos para conseguir una sopa de
verduras o la inmundicia de comida que les entrega el gobierno griego
acompañado de alguna fruta y una factura bien chiclosa y seca. La queja
aparecía, claro, seis meses después de ver bloqueados sus sueños de llegar a
Alemania, Francia, Inglaterra o cualquier país que los recibiese por el cierre
de las fronteras hacia los Balcanes. Seis meses o un año según el caso,
esperando y esperando, algún malestar genera. Pese a ello no se pierde lo
pacífico de las protestas. “Open the Borders” rezan algunas leyendas pintadas
en las tiendas de campaña. Aprovechan la
llegada de algún medio de prensa para desahogar sus penas y suplicar a los
líderes d Europa que ablanden sus corazones y los dejen seguir camino. A pesar
de todo y lo poco que tienen, siempre se guardan una sonrisa para regalar y una
invitación a compartir el poco alimento que consiguen cuando no, una taza de
té. Recuerdo las caminatas por Idómeni con Hasan y nuestras largas charlas
sobre el Corán y las costumbres del Islám. Podíamos compartir o no algunos
conceptos, pero siempre nos perdíamos en las risas ante cada pequeño
contrapunto. Pasaban frío, calor, hambre y olvido pero allí seguían. Esperando.
Como
argentino y por la empatía que había logrado con muchos de ellos, no
podía dejar de sentirme afectado y pensar en mi familia, en mi gente, en mi
pueblo. ¿Cómo hubiésemos reaccionado nosotros ante una situación similar?
Les
aseguro que no tenía nada que ver con lo que viví estos meses de trabajo con
sirios, afganos, iraquíes y kurdos entre
otros. Nos imagino más beligerantes, con discusiones eternas y subidas de tono,
imagino conflictos territoriales por las carpas, pienso en la conocida “viveza”
argentina y en cómo sería el trato para con los chilenos, bolivianos o
paraguayos y viceversa dentro de un
campo de refugiados en común. Cómo nos jugarían las rivalidades… Pienso en
ello y nos veo más violentos. Me imagino las horas y horas de tedio e
incertidumbre regadas por el alcohol y otras sustancias que sumadas a la
situación extrema podría ser una combinación letal. Puede que esté equivocado o
muy equivocado pero es lo que imagino. Nos imagino muy lejos de la realidad,
que hoy se vive en los centros para “refugiados”. Hay conflictos y diferentes
situaciones de violencia. Pero el hecho del no consumo de drogas o alcohol
prohibido por el islam ayuda y mucho a que esas situaciones no se desmadren.
Hollywood,
como agencia de propaganda norteamericana, ha logrado instalar en el imaginario
colectivo occidental, la idea de equidad entre musulmán y terrorismo. Como lo
han hecho con los indios salvajes combatidos por gloriosos cowboys, con los
amarillos vietnamitas que torturaban nobles soldados americanos en la selva,
con los sudamericanos narcotraficantes, sucios y guerrilleros que se oponían al
sueño americano de la Escuela de las Américas. Hace ya unos años se han
embarcado en posicionar a los musulmanes como los culpables de todos los males
y de cada atentado. No importa quien entrenó a Osama Bin Laden, tampoco quién
potenció a Sadam Hussein y financió a los rebeldes en Siria para desestabilizar
al gobierno.
Musulmanes
los hay de todo tipo, como cristianos, hindúes, judíos o ateos. Pero mi
experiencia en los diferentes trabajos con refugiados, en su mayoría
musulmanes, ha sido de mucho respeto. Los veo solidarios, pacíficos, estigmatizados por los actos inhumanos del
Isis y demás grupos que se proclaman musulmanes pero asesinan sobre todo a
otros musulmanes. El miedo y la ignorancia nos hace una sociedad débil, xenófoba y cada vez más fascistas.
Agradezco
a personas como Mohamed, Hasan, Nizar que me enseñaron a limpiar la basura que
desde los medios y Hollywood nos van colando día a día desde un bombardeo informativo
constante.
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