jueves, 25 de agosto de 2016

Una deuda de la humanidad.

La primera vez que llegué a Grecia fue Lesbos, durante la llegada masiva de refugiados, en octubre de 2015. En abril de 2016 viajé a la frontera con Macedonia, más precisamente a Idomeni, y la tercera a Tesalónica y Atenas. La temática es la misma, pero las sensaciones se van modificando. 
La primer persona que conocí fue Nizar, segundos después a toda su familia, su esposa, y sus hijas Nur, Maiz y Aya. Luego vino Hasan y más tarde Mohamed con quien compartimos el gusto por el mate.
Ya acabando mi tercer viaje vuelvo a tener esa sensación de angustia por mis amigos que se quedan en aquellos lugares tristes, calurosos, abandonados. Seis meses esperando a que alguien , que algún país deje de mirar al costado y los reciba. Lo que uno desde lo individual puede hacer no alcanza, sirve, pero no alcanza. Cuando me preguntan qué se puede hacer para ayudar, contesto, primero visibilizar, luego pensar y después accionar en la dirección de esos pensamientos.  También creo que una respuesta válida es tomar responsabilidad cívica a la hora de elegir nuestros representantes. Rara vez le damos importancia a las políticas exteriores, a lo que nuestros gobernantes plantean en los foros internacionales como la ONU. Es tiempo de pensar la política de manera global, no sólo estar atentos a los temas que nos son cotidianos. Que un gobierno tome determinada postura ante un conflicto o situación como el de los refugiados no nos puede pasar desapercibido y luego llorar ante una imagen impactante. 

Las imágenes muestran, denuncian, pero también se corre el riesgo de generar anticuerpos, de acostumbrar a ver el dolor y la muerte y que cada catástrofe se transforme un un ranking y cada persona se pierda en ser sólo un número. Tal vez por eso trato de ponerle nombres a los protagonistas, de humanizarlos y que comprendamos que cada uno de ellos tenía una vida como la nuestra con sus escuelas, sus vacaciones, sus salidas , sus profesiones y oficios. Ellos son papás, mamás, hermanos , hijos, amigos. Son personas a las que les arrebataron los sueños, la vida y eso es lo que intento denunciar con cada imagen.
Hoy cierro mi trabajo desde Grecia haciendo un homenaje a personas como Hasan, que logró llegar a Alemania, pero no sólo, su enorme generosidad hizo que se lleve con él a dos hermanitos de 6 y 9 años, Laith  y Malak y a su madre. A Nizar, que junto a su familia resiste en el campo de Cherso, a Mohamed que espera poder continuar con su flamante esposa aquella vida que soñaron juntos apenas hace unos meses. Al grupo de afganos que conocí hace dos días y en este momento, mientras escribo estas torpes líneas, debe estar escondido en algún barco camino a Italia. Cierro con la mención de los cientos de niños y niñas que clavaron sus miradas en las mías como buscando un salvavidas y apenas pude abrazarlos o jugar con ellos.

El mundo los va ocultando, cada vez se habla más de la guerra y menos de sus víctimas. Hoy hay más de 4 millones de refugiados registrados. Hay millones de personas esperando volver a soñar que vivir es posible también para ellos. 




1 comentario:

  1. MARC...extraordinarias emociones..GRACAIS por vivirlas, por compartirlas, por expresarlas asi. GRACAIS, AMIGO! laura

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