jueves, 18 de agosto de 2016

Libertad bajo control

Cuando se prohiben las imágenes generalmente es por temor a que se vea lo que sucede en determinado lugar o hecho. Si se intenta impedir que la realidad salga a la luz, ésta se cuela por alguna rendija  para que más tarde que temprano se alce su voz. Esto sucede en la inmensa mayoría de los campos de refugiados de Grecia. Ellos están militarizados, ya se custodiados por la policía o por el ejército. 
En nuestro recorrido por  Karamalikis Camp, uno de los centros de acogida de Sindos, en las afueras de Tesalónica, pudimos constatar situaciones muy complicadas para la salud de quienes viven allí, mientras Europa se toma su tiempo para ver qué hacer con ellos.

Mi amigo Nizar, a quien ya había conocido meses atrás en Idomeni, el campo de refugiados que se encontraba en la frontera con Macedonia, nos cuenta cómo sus tres hijas han bajado de peso, entre 4 y 8 kg cada una debido a la mala alimentación que reciben por partes de las autoridades. La misma se basa en macarrones y arroz. Muchas veces terminan en los tachos de basura, ya que traen aromas nauseabundos. Al mostrarnos  su tienda, nos muestra las marcas del agua que entra por las paredes de la antigua fábrica, donde hace tres meses los han alojado, inundando tiendas, empapando ropa, colchones y mantas. 
Lo cierto es que Nizar, su familia y el resto de las personas que habitan ese lugar, trabajan duro para mantenerlo lo más higiénico posible. También hay que tener en cuenta el calor de este verano que algunos días supera los 38º y esto aumenta la presencia de mosquitos, escorpiones y algunas serpientes. 
Nuestra visita es controlada desde el momento de entrar al campo. Se nos exige nuestros pasaportes y directamente nos dicen que nada de fotos ni videos. Una vez dentro de la tienda podemos tomar las fotografías sin problema, no así fuera de ésta. Según algunas de las personas con las que hablamos allí, esto obedece a que las autoridades no quieren que se sepa cómo se vive cada día en los campos de acogida para refugiados. Celine, nuestra compañera, llevó para las niñas unos "Palitos Chinos" y un "Dominó" y al instante pusieron manos a la obra.
En éste campo, como en otros, sus habitantes pueden salir fuera de él e ir a la ciudad si desean hacer compras. El problema es la falta de transporte y el costo de los taxis que dada su situación se hace casi imposible tomar alguno. Recordemos que la inmensa mayoría no posee dinero ni para trasladarse ni para comprar alimentos o elementos de higiene.


Día a día esperan que se los convoque para la entrevista que los pueda habilitar a ingresar en el programa para refugiados y así seguir hacia Alemania, Francia o algún otro país que los reciba.
En el caso de la Argentina, los trámites para recibir refugiados de
Siria son hiper burocráticos y muy difícilmente lleguen a buen puerto. Quienes sí lograron ingresar a nuestro país se debe sobre todo a que contaban con amigos o familiares en Argentina que se harían cargo económica y afectivamente de ellos. 


Así pasó la mañana, entre charlas, anécdotas y recuerdos. Antes de despedirnos, compartimos un té y la promesa de seguir contando lo que sucede con ellos y millones de personas más que están en su misma situación.






















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